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NUESTRA SALUD

  • Foto del escritor: Alfredo Prado Arvizu
    Alfredo Prado Arvizu
  • 12 ene 2017
  • 2 Min. de lectura

Vivir sanamente en la actualidad no es sencillo, a pesar de que la expectativa de vida ha aumentado en las últimas décadas. Vivir en este lado del mundo (occidente) nos ha dejado como herencia el acceso a una medicina que cura o intenta curar enfermedades a través del diagnóstico de los diferentes síntomas que componen a dicha enfermedad.

De esta manera, llegamos a un círculo infinito: enfermedad-medico-diagnóstico-medicina, enfermedad-medico-diagnóstico-medicina, etc. Y la medicina es procesada por laboratorios químicos que nos proveen de sustancias que mitigan, controlan o curan (en ocasiones), nuestras dolencias.

En otras partes del mundo (lejano oriente, por ejemplo) la medicina suele ser preventiva, y esta compuesta básicamente por plantas, semillas, raíces, corteza de plantas, flores, etc. En esos lugares un médico es eficiente cuando sus "pacientes" permanecen sanos.

La pregunta, mi pregunta es: ¿Cuál medicina es mejor?

La respuesta desde mi punto de vista es: Ambas

¿Cuál es, entonces, la conclusión?

Si miramos a nuestro pasado nos vamos a dar cuenta que también nosotros tenemos una tradición milenaria con el uso de plantas, como vehículo para alcanzar la salud. Sin embargo, nuestro desarrollo cultural nos ha llevado de la mano hacia la medicina moderna, y a pesar de ello no hemos olvidado los remedios que antaño nos hacían nuestras abuelas.

Actualmente ha renacido una corriente médica que pugna por recurrir a esos valores de medicina con hierbas, plantas, flores, etc. Pero ¿cómo nos pueden ayudar las plantas? ¿Son eficientes?¿Son equivalentes al uso de la medicina de patente?¿curan, coadyuvan o apoyan?

Mientras el avance médico y tecnológico no nos lleve al siguiente nivel, es decir, mientras no tengamos la seguridad plena de que sirve o sólo es un placebo, sería muy recomendable establecer una línea muy clara de hasta dónde podemos llegar con ambas.

La realidad es que la medicina tiene un límite, que las llamadas "medicinas alternativas" han llegado en ocasiones a rebasar. Por el contrario, esas mismas "medicinas alternativas" han presentado algunas limitaciones en cuanto a su propia eficacia, pero quizás sea por el grado de certeza en el diagnóstico que ofrecen quienes la ejercen y no propiamente por su eficacia per se.

En mi propia experiencia, puedo afirmar que usar ambas con buen sentido común es lo mas prudente: si una enfermedad o una dolencia se prolonga, hay que buscar porqué. No es bueno auto-medicarse, y siempre es interesante una segunda opinión.

Las medicinas alternativas ofrecen, en algunos casos, resultados insospechados. A la vez que nos ofrecen opciones para alcanzar, o por lo menos aspirar a una mejor calidad de vida.


 
 
 

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